martes, 17 de marzo de 2009

Ya en librerías la novela de Carlos Busqued, "Bajo este sol tremendo"

Carlos Busqued nació en Presidencia Roque Sáenz Peña, Chaco (Argentina), en 1970 y actualmente vive en Buenos Aires. Produjo los programas de radio Vidas Ejemplares, El otoño en Pekín y Prisionero del Planeta Infierno. Colaboró en la revista El Ojo con Dientes

Finalista de la última edición 2008 del premio Herralde, de editorial Anagrama.

Abandonen toda esperanza
Flavio Lo Presti
Especial
(La voz del Interior)

Es difícil escribir sobre un libro como el de Carlos Busqued, por varias razones: primero, porque uno tiende a caer en el mismo deslumbramiento pueril en el que cayó el propio Busqued, quien en su blog anunciaba (con vergüenza declarada) que lo primero que hizo al recibir los ejemplares de Bajo este sol tremendo fue ubicar uno junto a los libros de sus compañeros de catálogo: Truman Capote, Norman Mailer, Kenzaburo Oé, Raymond Carver (¡!).

En segundo lugar porque el libro se merece esos compañeros de ruta, y es difícil no caer en el elogio y la exageración. El de Busqued es un libro perfecto y cruel, al que no le sobra una palabra y que realiza la utopía del arte de la que hablaba Ricardo Piglia en algún momento: tomar una zona del mundo y tratarla como si fuera todo el universo.

Ese mundo está intervenido por la mirada imposible de calificar de Certati: una mirada sin atributos, casi sin otro deseo que el de seguir larvariamente vivo después de perder su trabajo por "falta de iniciativa" y "conducta desmotivante". De todos modos, el mundo ha creado una industria de la curiosidad y la información para que pasen las horas: documentales que muestran la magia agresiva de una naturaleza hipertrofiada y precisa, imágenes repulsivas propias del grotesco crecimiento de lo vivo que parecen consumidas bajo un desinteresado impulso de control.

Certati vegeta frente a los documentales cuando recibe la noticia del cruel asesinato de su madre y su hermano. Por otra parte, la novedad no remueve la apatía sentimental con la que parece haber encarado su derrumbe. En esa especie de grado cero de la vida interior, parte hacia el Chaco infernal de Busqued a buscar las pertenencias y la herencia administrada por el albacea Duarte, cobijado en su auto, la última amarra que lo une con el mundo triste de los cuerdos.

Duarte es, por otra parte, uno de los personajes más tenebrosos de la literatura argentina: ex militar, amante de la aviación y su maniática reproducción en modelos (como el propio Busqued y como tantos artistas), es también un antropólogo del porno duro (un curioso, digamos) y un criminal profesional. Es, también, mentor de Danielito, una especie de brazo ejecutor joven, criador de perros y habituado por contigüidad a una crueldad que nunca cuestiona. Con estos personajes Busqued traza una especie de reverso de policial, un mundo en el que no queda una pizca de aspiración, de idealismo ni redención: el infierno mismo.

Hay juegos literarios a los que Busqued se entrega sin estridencia: el axolotl cortazariano es acá un castellanizado ajolote descripto sin magia, con una precisión obsesiva. Pero al mismo tiempo, el misterio del fantástico reaparece en una especie de inversión del género: Certati y Danielito han visto los mismos fenómenos televisados (calamares gigantes, elefantes asesinos) y, como testigos de una especie de Apocalipsis menor, empiezan a ver el derrame de esa amenaza en las calles: bueyes que se escapan por las calles, escarabajos gigantescos que producen gangrenas, los deshechos humanos pudriendo el aire de Lapachito.

Al mismo tiempo, en el universo de Busqued resuenan restos de lo humano, pero (como ha declarado él mismo) sin "mariconadas": las pilas de basura de una vida desperdiciada (la casa abandonada del hermano muerto de Certati, sus zapatos pisados en los talones), los sueños módicos de Danielito, detalles que hacen resonar toda la tristeza de un mundo que parece completamente inútil, pero bajo la mirada gélida de un muerto vivo.

Novela

"Bajo este sol tremendo" , por Carlos Busqued, Editorial Anagrama, Barcelona, 2009, 182 páginas. Esta novela del autor cordobés fue finalista del Premio Herralde.

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